viernes, 25 de noviembre de 2011

Los Abismos del Sr. Perla

El Sr. Perla ha oído de una rave que están celebrando en un país del sur. Pero es consciente de que irse a darlo todo en un viaje largo, en modo one man army, haría peligrar la estrecha relación que está entablando paulatinamente con sus gatitos. Por eso sopesa con cuidado, y entelequia metafórica, los blancos y los negros de semejante decisión. Por un lado sospecha que las pequeñas bestias se pasarán por el aterciopelado forro de sus diminutas pelotillas la orden expresa de no deshollar el sofá de escay que tantas nalgas y quemazones de chinas han degustado, y por supuesto tiene todo lo claro que le permite la reciente resaca post-electoral que los diminutos depredadores caseros obviarán la curiosa circunstancia de tener el bol de comida monstruosamente lleno de ídem, llegando a mantenerse en una pacífica pero inamovible y airada huelga de hambre. Despecho, le dicen ya los ojitos de una de las criaturas, de soslayo, y de un verde precognición.

Pero por el otro lado está el fiestón de órdago que se están montando por allí abajo. Ha oído que dura ya varios días, y que jamás se ha celebrado nada semejante, ni se celebrará (intuye el Sr. Perla), en las calles de su ciudad, que es tan blanda y áspera que adolece de malos de fin de pantalla dignos de más monedas de cinco duros. Y además cuentan que toda la fiesta empezó con una conga. O para montar unas elecciones, que viene a ser lo mismo. Estos egipcios, que cuando se ponen en serio en algo, son la hostia, piensa el Sr. Perla, tan poco amigo de la procastinación, pero mirando con dos cojones, y sin terciopelo que suavice, a los ojos del abismo.

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